Hoy entrego una carta de renuncia muy sencilla al Partido de la Revolución Democrática, al que me afilié el 11 de abril de 1989, es decir, hace 23 años.
Cuando me integré al PRD, era una estudiante universitaria. Habían pasado apenas unos meses del fraude electoral de 1988 y faltaban algunos más para vivir aquel experimento democrático que fue el Congreso Universitario de la UNAM, como producto del triunfo del movimiento que evitó el incremento de cuotas en 1987, y en el que muchos de los que entonces nos afiliamos al PRD habíamos también participado.