Lenia Batres Guadarrama
El 27 de agosto pasado comenzaron los trabajos para la “refundación” del PRD, aprobados por el Consejo Nacional, con un encuentro entre la Comisión de Reforma para la Refundación del Partido y los intelectuales Miguel Ángel Granados Chapa, Armando Rendón Corona, Carlos Payán Velver, Axel Didriksson, Octavio Rodríguez Araujo y Enrique Dussel.
En general, los intelectuales fueron unísonos en su crítica al PRD, sobre todo respecto de sus prácticas, poco de respetuosas de su propia regulación e inspiración ética plasmada en sus documentos básicos, así como con relación a su alejamiento de la sociedad.
Días después, Octavio Rodríguez Araujo se preguntaba en La Jornada: “¿Podrá cambiar la cúpula partidaria y ser modelo para los demás? Tal vez no, pero dentro de mi optimismo pienso que si hay presión de la base del PRD y de quienes sólo simpatizamos con las corrientes de izquierda, algo se podrá lograr. Su dirección actual y sus militantes más influyentes están emplazados a propiciar la participación de la base y establecer las condiciones democráticas necesarias para que dicha participación se pueda dar. Si no lo hacen, estarán perdidos y ya, desde ahora, sabremos que 12 por ciento de la votación total, en 2009, será menor en 2012 y que nos gobernará el PRI. Luego no se desgarren las vestiduras. Éste es el momento de refundar su partido y hacerlo bien. Que conste que quiero ser optimista”.
Arnaldo Córdova, que no pudo acudir, dedicó, a su vez, dos artículos en el mismo diario.
Nada optimista, había cuestionado el objetivo mismo de refundar al Partido señalando: “Si el PRD hubiera sido ese algo tan bueno en su momento que se perdió en el camino, la idea habría tenido un significado plausible. Pero el hecho es que ese partido no tiene nada memorable que merezca ser refundado. En él todo se pudrió desde que nació y de ello los principales responsables fueron sus dirigentes”.
Posteriormente, en el foro estatal “Hacia la refundación del PRD”, realizado el 8 de septiembre, John Ackerman, Lorenzo Córdova y Héctor Díaz Polanco, continuaron las críticas: Ackerman habló de la necesaria consecuencia que deben tener las prácticas internas del Partido y las que exige en contra de fraudes electorales. Córdova consideró que el PRD vive una orfandad ideológica. En tanto, Díaz Polanco señaló que la presencia de dos tendencias políticas irreconciliables en un mismo espacio y la falta de un árbitro independiente que equilibre ambas fuerzas es el principal problema actual del Partido.
En realidad los intelectuales no están diciendo algo distinto de lo que sabemos los perredistas, empezando por quienes elaboraron el documento que está sirviendo de base a la discusión de la “refundación”.
El diagnóstico del que parte este documento, denominado “Refundar al PRD”, señala:
“En 2009 el PRD sufrió la caída electoral más pronunciada en su historia. En 2006, al haber obtenido el 29% de los votos para diputados federales, el partido se posicionó como la segunda fuerza política nacional. Para 2009, con el 12% de los votos, el partido se rezagó a un lejano tercer lugar. El descenso fue de 17 puntos. Del tránsito de una legislatura a otra, pasamos de tener 127 diputados, a sólo 71.
“Además, en algunas entidades federativas el partido del sol azteca se fue al cuarto lugar (Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Yucatán), en 7 estados se ubicó en la quinta posición (Aguascalientes, Baja California, Colima, Chihuahua, Durango, Nuevo León y Sonora) e incluso en Campeche cayó hasta el sexto lugar. A nivel municipal, el desplome es aún más palpable: tan sólo en un año, el PRD pasó de gobernar 409 municipios a 346. En el lapso de julio de 2008 a julio de 2009, en el ámbito municipal el PRD dejó de gobernar a más de 7 millones y medio de mexicanos. Algunas derrotas significativas, por su peso demográfico, fueron Acapulco, Chalco, Ecatepec, Texcoco y Nezahualcoyotl. La izquierda, lejos de sumar apoyos y capitalizar el rotundo fracaso del PAN y de Calderón, sufrió fuertes retrocesos.”
Y evalúa: “La crisis que enfrenta el PRD se manifiesta de diferentes maneras: desde el alejamiento de la acción del partido en relación a sus documentos y resoluciones, hasta el desdibujamiento de nuestros ejes de acción política; desde las disfuncionalidades orgánicas, hasta nuestro distanciamiento de la sociedad. Consecuencia de ello es la pérdida de capacidad tanto para atraer a los grupos que históricamente han respaldado nuestro proyecto, como para aglutinar a una coalición de sectores sociales progresistas que conforme una nueva mayoría.
“Mientras tanto, en amplios sectores de la sociedad mexicana el malestar y la inconformidad han ido acrecentándose: representan diversas resistencias en contra del neoliberalismo, las injusticias sociales y el régimen político, que comparten causas y objetivos comunes, pero que no han alcanzado la unidad en la acción. Necesitamos transformar de manera profunda al PRD para que esté a la altura de los desafíos que se avecinan. Se trata de forjar un partido sensible a las demandas que emergen de la sociedad, que busque ubicarse a lado y no por encima de los ciudadanos y que siendo respetuoso de la diversidad y la autonomía de otras organizaciones, sea capaz de protagonizar una convocatoria que articule las diversas luchas y genere consensos programáticos. La otra alternativa, nada deseable, es marginarnos de este camino, ocupar la retaguardia y caer en el descrédito.”
La conclusión es muy dura: “El PRD atraviesa por la crisis más profunda de su historia. El modelo de partido que ha regido la convivencia interna se ha agotado. Las reglas que nos hemos dado no se cumplen. Lo mismo ocurre con los documentos básicos y las resoluciones. Por otra parte, no hemos sido capaces de dirimir las diferencias propias de una amplia pluralidad, lo cual ha desencadenado una espiral de conflictos desgastantes. Además, el partido se ha distanciado de la sociedad. Todos estos factores desembocaron en una pronunciada caída en nuestra preferencia electoral.”
Y sentencia: “Una situación de esta naturaleza plantea una disyuntiva: o se avanza hacia la refundación del partido, o la izquierda retrocederá a una condición de marginalidad y exclusión.”
Al observar tanta claridad y unanimidad crítica entre intelectuales y dirigencia del Partido, pareciera que no habría problema por realizar la “refundación”.
Sin embargo, 20 años de vida partidaria no respaldan ese optimismo.
Uno creería que la primera consecuencia de la crítica es una transformación lógica del actuar del PRD. Sin embargo, estamos viendo una mayor elitización tanto del análisis como de la participación de los perredistas en el encauzamiento mismo del Partido.
Paralelamente, están aprobándose alianzas estatales con PRI y PAN, que ninguna relación guardan con “forjar un partido sensible a las demandas que emergen de la sociedad”, cuyo “malestar (e) inconformidad han ido acrecentándose”, y que “representan diversas resistencias en contra del neoliberalismo, las injusticias sociales y el régimen político”.
Decía Rodríguez Araujo que Refundación significa: “Acción y efecto de transformar radicalmente los principios ideológicos de una sociedad o de una institución para adaptarlos a los nuevos tiempos, o a otros fines”.
¿El PRD tiene nuevos fines, necesita reconsiderar sus principios ideológicos?
Lo curioso es que ninguna de las corrientes se atreve a cuestionar esos principios, al menos no abiertamente. Y curiosamente es parte de lo que avaluamos como elemento negativo de nuestra práctica: esa especie de esquizofrenia que vive el PRD: aprueba una cosa y hace otra cosa.
Cuatro elementos están concentrando la atención para su definirse en el próximo Congreso:
· Alianzas del PRD con PRI y PAN
· Relación del partido con el movimiento obradorista
· Reconocimiento a Felipe Calderón Hinojosa como presidente de nuestro país
· Transformación del PRD como “partido-frente”
Sin duda estos elementos sí trastocan los fines del partido, los que ha tenido.
Quienes no creemos que estamos ante la necesidad de transformar los principios ideológicos, sino sólo creemos indispensable generar mecanismos de cómo hacerlos cumplir, deberíamos plantear no la refundación sino una nueva ingeniería partidaria, que por fin lograra someter a las corrientes y su práctica precisamente a esos principios.
Esa sería no la refundación sino la verdadera constitución del PRD.