El 6 de diciembre de 2000, en su discurso de toma de protesta como jefe de Gobierno del Distrito Federal, ante un inopinado Vicente Fox, quien había tomado protesta como presidente de la República unos días antes, Andrés Manuel López Obrador decía en el recinto de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal:
"…no aceptamos que el gobierno siga siendo un comité al servicio de una élite. No aceptamos la fórmula de privatización de ganancias y socialización de pérdidas, como sucedió con el Fobaproa. No aceptamos el truco de llamar populismo o paternalismo a lo poco que se destina a los pobres, y calificar de fomento o rescate a lo mucho que se entrega a los privilegiados.”
Dedicaba una parte muy amplia de aquel discurso a informar cómo trabajaría para revertir la pobreza creada por los gobiernos neoliberales de las últimas décadas en el Distrito Federal. Y seguía sobre la corrupción:
“Nos proponemos alcanzar la meta de cero corrupción. La corrupción la vamos a combatir arriba, abajo, a los lados y en cualquier parte donde se practique.
“Estamos convencidos que la corrupción no sólo debe enfrentarse por razones de índole moral, sino porque combatirla significa recuperar fondos para el desarrollo.”
A los 100 días de gobierno, a mediados de marzo de 2001, López Obrador rendía su primer informe de labores realizadas.
Había puesto en marcha 16 bandos y siete acuerdos, tendientes a transparentar el manejo del presupuesto, apoyar a los grupos marginados, combatir la delincuencia y, sobre todo, conducirse con honestidad en la función pública.
Señalaba que una de las principales acciones adoptadas era su plan de austeridad, consistente en la reducción de su salario y el de su equipo de gobierno; eliminación de bonos y pagos extraordinarios; reducción de teléfonos celulares, gastos de representación y vehículos; cancelación de los puestos de asesores, secretarios técnicos, guardaespaldas, y las Áreas de comunicación social de las secretarías de gobierno, además de la reducción en 50% de los gastos de publicidad del gobierno.
Estas acciones habían permitido al Gobierno del DF disponer de más de 2 mil millones de pesos para apoyar los programas de desarrollo social, como la entrega de 600 pesos mensuales a 200 mil personas de la tercera edad, la dotación de medicamentos gratuitos, los proyectos para construir 16 preparatorias y una universidad, la entrega de libros de texto gratuitos, y 40 mil becas para menores de edad con problemas de discapacidad o que viven en zonas de alta marginación.
De los problemas que en estos 100 días había enfrentado la administración local estaba la respuesta de los grupos de interés ante las acciones adoptadas para combatir la impunidad y la corrupción. Un día después de asumir el cargo, el jefe de Gobierno había determinado una serie de medidas para combatir graves anomalías que se registraban en la Tesorería del Distrito Federal.
Hubo paros en algunas administradoras tributarias durante enero. Se creó una Fiscalía Especial para investigar las numerosas desviaciones de recursos públicos. Y se estaba logrando cerrar la fuga de dinero.
En esta campaña presidencial, López Obrador enfatiza su propuesta anticorrupción. De hecho es la que, junto con las que buscan el bienestar social, repite más ampliamente:
“Limpiaremos al gobierno de corrupción. Lo haremos de arriba hacia abajo, como se limpian las escaleras. No habrá influyentismo, amiguismo, nepotismo ni ninguna de esas lacras de la política. La corrupción será considerada como delito grave y se castigará sin derecho a fianza.”
“El distintivo del nuevo gobierno democrático, que espero encabezar para el próximo sexenio, será el de enaltecer la honestidad y procurar, por todos los medios, que esta virtud que tenemos todavía los mexicanos se convierta en estilo de vida y en forma de gobierno.
“Lo primero será predicar con el ejemplo, es decir, me comprometo a no alterar mi manera de pensar y mi forma de ser. Voy a seguir siendo congruente y actuaré con rectitud y honradez. Tendré autoridad para moral para encabezar un gobierno austero y combatir con libertad y firmeza la corrupción.
“Vamos a eliminar los gastos superfluos del gobierno y no habrá privilegios para los altos funcionarios públicos, como sucede en la actualidad. Se terminará con toda la parafernalia del poder, entre otras cosas, ya no habrán aviones y helicópteros privados para transportar a los altos funcionarios públicos y a los políticos de México.
“La austeridad significa rigor, eficiencia, pero también justicia, no puede haber mexicanos de primera y de segunda, menos cuando se trata de servidores públicos y menos en las circunstancias en que esta el país, no puede haber gobierno rico, con pueblo pobre.
“Asimismo, me comprometo a limpiar el gobierno de corrupción, esto lo vamos a hacer con el apoyo de los ciudadanos. Se integrarán comités ciudadanos, como lo hice cuando fui Jefe de Gobierno en la Ciudad de México para vigilar todo el proceso de contratación de obras, de compra de bienes y servicios, vamos a desterrará el influyentismo y la impunidad.
“Para mi nada de esto es nuevo, siempre he pensado y actuado con rectitud y principios, repito la austeridad no es sólo un asunto administrativo, sino de principios, la corrupción debe combatirse no sólo por razones de índole moral, sino para liberar fondos al desarrollo y el bienestar del pueblo.
“Es tan importante hacer valer la austeridad y combatir la corrupción, que sólo con estas dos medidas, y esto es importante subrayarlo, solo con austeridad y con el combate a la corrupción para los que nos preguntan sobre los cómos y de dónde va a salir el dinero para el desarrollo, respondemos que con estas dos medidas austeridad y combate a la corrupción vamos a ahorrar, desde el primer año, 600 mil millones de pesos al año que servirán para reactivar la economía, crear empleos y enfrentar el grave problema de la desigualdad que prevalece en el país.”
“Con austeridad y sin corrupción, habrá crecimiento económico, trabajo, es decir, empleos, habrá también bienestar, se atenderá a los jóvenes y, de esta forma, vamos a serenar al país, garantizando la tranquilidad y la paz pública.”
¿Por qué creer a López Obrador? Porque hay congruencia entre lo que dice y hace. Porque cuando tuvo oportunidad, en el Gobierno del Distrito Federal, fue lo primero que hizo. Pero también, porque 10 años después, sigue sosteniendo los mismos objetivos sobre austeridad y combate a la corrupción.
Enrique Peña Nieto, el candidato de la derecha impulsado por la oligarquía televisiva, ni remotamente podría presumir esa congruencia entre sus dichos y sus hechos.
RevistaEMET, 30 de abril de 2012.