De repente la libertad de expresión se encuentra en el centro de la sucesión presidencial 2012, producto de la relevancia que su preexistencia supone en una contienda política y gracias a la cantidad de obstáculos que ha ido encontrando.
Antes incluso de que empezara formalmente la campaña, Andrés Manuel López Obrador ya estaba cuestionando, como lo ha hecho en estos seis años de golpeteo mediático en su contra, el control monopólico de las televisoras.
Sin embargo, en estos días, se han sumado varios agravios a la libertad de expresión que de ninguna manera debemos dejar anotar.
Me refiero, en primer lugar, al ataque de Televisa hacia Carmen Aristegui a través del desplegado firmado por Alejandro Puente Córdoba, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Telecomunicaciones por Cable (Canitec), en el que la acusa de ser “emisaria” de Carlos Slim y “cabildera” de las empresas Telmex y Telcel y de que al entrevistar a Enrique Peña Nieto en materia de telecomunicaciones el viernes 11 de mayo, la periodista sacrificó “todo lo que tiene interés periodístico para dedicarse a la defensa y promoción de intereses corporativos del señor Carlos Slim.”
En segundo lugar, los estudiantes que se manifestaron en la presentación de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana el 11 de mayo fueron acusados por los dirigentes priista y verde de ser porros y de estar manipulados, y distintos medios de comunicación los pusieron en duda. Es más, fueron transmitidas en mayor cantidad las opiniones en su contra que la protesta misma que hicieron contra el candidato priista, al menos en radio y televisión.
En tercer lugar, el conductor Carlos Albert fue despedido de ESPN el miércoles 16 de mayo por haber impulsado en su cuenta de Twitter que se viera el debate entre los candidatos presidenciales el 6 de mayo, en vez del partido de futbol promovido por Ricardo Salinas Pliego.
En cuarto lugar, desde el miércoles 16 de mayo el PRI inició una ofensiva de manipulación de trending topics en Twitter para agredir o sabotear a López Obrador y halagar a Peña Nieto a través del uso de robots que repiten frases.
En quinto lugar, fue notorio en todos estos días, el impulso de una táctica de represión abierta a manifestaciones de rechazo a Peña Nieto en distintos puntos del país, como en Saltillo, Coahuila, y Córdoba, Veracruz.
Además, se inició una campaña de inculpación anticipada a miembros del PRD de estar organizando protestas embozadas de jóvenes sin filiación partidista contra Peña Nieto. Y junta a ésta, Gabriel Quadri imputó a López Obrador las protestas de jóvenes en su contra en la Universidad de Querétaro y en la Universidad Autónoma de Nuevo León.
No sobra anotar la insistencia en hacer aparecer al Movimiento de Regeneración Nacional como el convocante de una iniciativa que en principio parecía inofensiva respecto de una movilización contra Peña Nieto este sábado en el Zócalo de la Ciudad de México. Hasta carteles impresos con el logotipo de Morena se ubicaron en distintos puntos del DF, por más que la organización se deslindó de dicha convocatoria.
En séptimo lugar, Héctor Aguilar Camín, Federico Reyes Heroles y Jorge Castañeda, entre otros, consultaron al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respecto de si es posible que personas físicas contraten espacio en radio y televisión sin llamar a votar por ningún partido. Se trata del mismo tema contra cuya reforma electoral de 1997 intentaron ampararse y obviamente no lo lograron. Insisten.
Y, finalmente, López Dóriga adjudicó, el jueves 17 de mayo, “Pedro Páramo” al fallecido Carlos Fuentes. ¿Para tratar de mostrar al público que a cualquiera le pasa? Justificación para seguir disminuyendo el costo del primer sábado negro de Peña Nieto en la FIL de Guadalajara.
Como si estos eventos en sí mismos no fueran suficientemente graves, fundamentalmente el caso Aristegui abre a su vez elementos importantes de análisis político.
La periodista supone, como muchos podemos coincidir, que fue su pertinaz insistencia en la organización de debates libres entre precandidatos y candidatos (cuya argumentación de autoprohibición de los medios electrónicos combatió Aristegui), en la transparentación del gasto gubernamental en radio y televisión y el cuestionamiento respecto de la ausencia de competencia comercial de la televisión lo que enfadó a Televisa.
Ha evidenciado Aristegui en estos días, junto con Ricardo Monreal y la organización civil Fundar, que no hay en México siquiera un parámetro para realizar y calificar el gasto que se hace en medios de comunicación. Cada gobierno estatal decide cómo lo aplica e incluso cómo lo cataloga. Por lo que existe una “cifra negra” de este costo. Ello, a pesar de que la Constitución incorporó ya algunos criterios de impedimento de gasto oficial, que hasta la fecha son letra muerta por ausencia de reglamentación.
Peor aún para Televisa, Aristegui ha hecho público un hecho que se conoce poco: las empresas de medios de comunicación venden hasta la tendencia informativa. Es decir, comentarios, menciones positivas, notas informativas, reportajes y entrevistas con connotación política.
Jenaro Villamil, aun intimidado por Héctor Aguilar Camín, sostuvo lo que dio a conocer hace años: que anualmente, Enrique Peña Nieto venía gastando nada más en Televisa, más de 600 millones de pesos como gobernador del Estado de México en todos esos conceptos mencionados.
Ricardo Monreal documentó este hecho al señalar las menciones que la televisión había hecho de Peña Nieto y cómo se vinieron incrementando.
De acuerdo con el coordinador de la campaña de Andrés Manuel López Obrador, tan solo entre 2009 y 2011, el gobierno del Estado de México habría pagado 1,307 millones de pesos por 34,942 menciones en medios nacionales de prensa, radio y televisión distribuidos: 8,558 en 2009, 12,830 en 2010 y 13,554 en 2011.
En entrevista con Aristegui el 10 de mayo, López Obrador se había anticipado para advertir que si el gobierno del Estado de México no pagó a Televisa la exposición que tuvo en su programación, entonces ¿se la regaló Televisa? ¿A título de qué?
En fin, el denominador común de estos ataques a la libertad de expresión es Peña Nieto. Y claro, él y quienes quieren colocarlo a toda costa en la silla presidencial, se desesperan y actúan con lo único con lo que el PRI logró mantenerse tanto tiempo en el poder. El engaño y la manipulación mediática. ¿Qué tanto podrán en las condiciones actuales?
Optimistamente, la marcha de los estudiantes, los resultados en los simulacros universitarios, la asistencia a los mítines y la burda multiplicación de bots priistas en las redes sociales, nos hacen creer que no podrán mucho por el camino del sabotaje a la libertad de expresión.
RevistaEMET, 22 de mayo de 2012.